Aunque existen antecedentes de una feria de treinta días en los años 1538 y 1539, que duraron desde el 15 de Agosto al 15 de Septiembre la primera y todo el mes de Septiembre la segunda, el origen de la feria actual parte del privilegio concedido en 19 de Febrero de 1690 por el rey Carlos II. Inicialmente, se concedió para los días 25 de Julio al 2 de Agosto, trasladándose el mismo año a los días 24 de Agosto al 2 de Septiembre. Posteriormente, por el cabildo del Ayuntamiento de 24 de Abril de 1800, sabemos que, "después del establecimiento de aquella, comienza lo principal de esta feria el día de San Agustín, del citado mes de Agosto, y dura al indicado día dos de Septiembre", según se informa al Real Consejo. Como estacionamiento de los ganados, se señaló para el vacuno y cabrío toda la falda de la Sierra de Loja, desde el Manzanil hasta Riofrío y, por abrevaderos, los dos dichos nacimientos y el de Plines; para las yeguas y mulos, el Haza, con abrevadero en el río Genil y, para el de lana y cerda, toda la falda del Hacho y el Frontil como abrevadero; para los caballos, como ganado favorito, rentable y de merecida fama, señalaron la Plaza Nueva, llevándoles a pastar y a beber al partido y nacimiento de la Fuente Santa. A los plateros, quincalleros y mercaderes de todas clases, se asignó el trayecto comprendido entre el convento de la Victoria y la Iglesia Mayor. Posteriormente, se concentró todo el ganado en el Cerrillo de la Horca, junto al camino de Granada, hasta que en 1812, el continuo tránsito de tropas francesas, aconsejó su mudanza al Paseo del Haza, extendiéndose por el actual camino o avenida del Apeadero de San Francisco, hasta las Peñuelas y, por el camino de Priego, hasta el Bujeo. La feria, al igual que la Semana Santa, es el motivo entrañable y cordial para el regreso de todos los lojeños radicados fuera y su emotivo reencuentro con los de dentro, en el otrora paradisíaco paraje sombreado de tilos y castaños que, desde hace años ya no nos sirve, habiéndose trasladado todas las atracciones feriales río abajo, al sitio conocido por "La Malagona", en la antigua Hoya del Higueral, por debajo de "Alegrías". Desaparecidas las razones originales de la feria, sólo ya con la presencia testimonial de algún equino y tal cual piara de cerdos, se ha reducido aquella a un motivo más de diversión, entre oleadas de polvo y de músicas ensordecedoras. Pero los lojeños de fuera siguen viniendo por estas fechas y, los de dentro y los de fuera, no saben donde aparcar los coches. En las ferias de antaño, nuestros paisanos de principio de siglo vieron, por primera vez, aquella extraordinaria novedad llamada "cinematógrafo" en las plazas y calles, y las sensacionales ascensiones en globo del piloto catalán Monserrat Zaragoza, en la placeta de la Victoria. |