Sobre las carreras académicas

Admiro a mis amigos runners. Corren por vocación, madrugan muchos días para calzarse las zapatillas y cumplir con el entrenamiento previsto. Su única motivación es la superación a sí mismos, disfrutar corriendo y, llegado el día, mejorar los tiempos con respecto a lo que conseguían antes. Juan, Pedro, Antonio, Javier, Raúl, Miguel Ángel, José Miguel… admirables todos en su afán de superación y la felicidad que sienten al echarse al monte o al asfalto.

Por prescripción médica, tengo prohibido correr. Mi espalda no me lo permite. Pero aunque pudiera, dudo que me entrara ese gusanillo que dicen que sienten… o sí, nunca se sabe.

Cuando uno elige correr en la universidad, entrar en esto que llaman la carrera académica, en principio lo haces con esa misma ilusión. Disfrutar de la ciencia, la ingeniería o la investigación en general. Y le echas muchas horas, seguramente muchas más de las que debieras… pero te gusta. Si entras en un club importante, la dinámica de entrenamientos te lleva a progresar rápido. Si te equivocas, pues casi que te toca hacer las tandas solo.

Y en esto que según avanza la competición, las reglas del juego cambian. Los recorridos se hacen más largos, las marcas mínimas van subiendo, los rivales pueden doparse o recibir ayudas externas, se valora igual si la medalla se consigue en relevos 4×100 o en un maratón, o da igual si corres cuesta arriba o cuesta abajo… Y si consigues una buena marca en la nueva competición que han creado en Villanueva de Abajo, ahí no vale… porque no es meeting anual de Berlín o Roma.

El otro día, en un estadio vacío y sin uso de 55.000 asientos vacios, con varios campeones olímpicos a menos de 10 metros, reflexionaba que si ellos fueran académicos no estarían acreditados, porque su deporte era muy minoritario, apenas tiene impacto, apenas salen en prensa y televisión. Y en la universidad, lo que no tiene impacto (medido según define una empresa en un índice que ellos mismos promueven para su propio consumo), no tiene mérito. No importa que transmitan valores de paciencia, constancia y humildad… No tienen impacto y eso hacer que no generen ingresos.

Estos chavales compiten en ese deporte porque les gusta, porque son buenos y porque les da igual que la gente no les pida autógrafos por las calles o salgan en portada del Marca cada día. Y aún así, son los mejores del mundo año tras año. Mi admiración hacia ellos.

Abruma ver un estadio vacío, abandonado, llenos de asientos. Así se siente uno al tener que re-inventar la carrera académica. ¿Por qué calle ir? ¿Qué ritmo coger? ¿Qué zapatillas escoger? ¿En qué ciudades competir? ¿A quién tener de entrenador?